martes, 22 de septiembre de 2009

El tendedero de los deseos


Desde que Javi Encina y demás amigos de UNILCO Sevilla (http://www.unilco.org.es/) se sacaron eso del “tendedero de los deseos” para trabajar la participación en el PGOU y el Plan Estratégico de Palomares del Río, parece que se ha vuelto obligatorio sacar el tendedero a la calle en todos los procesos participativos que se precien. Ole por los que inventan y de bien nacidos es ser agradecidos. Y ole también por los que utilizan lo que les sirve y reinventan las técnicas que se encuentran por ahí para trabajar a la medida de la gente. Si por el contrario, la historia se convierte en replicar técnicas hechas en otros procesos sin ton ni son pues…

La idea del tendedero es sencilla pero no simple. Está bien enfocada, siguiendo los cánones de la guerrilla de la comunicación (BLISSET, L. y BRÜNZELS, S. Grupo Autónomo A.F.R.I.K.A., Virus editorial, 2000) y el compromiso con las culturas populares, marca de la casa: trabajar temas de manera colectiva, reclamando la calle como lugar político (vamos, de discusión de lo que nos importa a todos) y sin aspavientos, porque no estamos realmente haciendo nada del otro mundo, que nos haga diferentes o “mejores que nadie”.

Ahí se planta el tendedero, en la calle, nos echamos unas risas, todo el mundo se atreve a decir lo que quiere y a opinar de lo que otros dicen, y nos apropiamos de lo público de una forma en que sabemos hacerlo todos.

Osados por necesidad (o por ignorancia…), nos metimos a hacer nosotros también el tendedero en el proceso de presupuestos participativos de Alameda, El Rebate. La ocasión: el Ayuntamiento pidió que las propias vecinas y vecinos que habían decidido hacer un parque en La Cañada, decidieran también cómo querían su parque.

Una vez que te pones a hacer la técnica es cuando te planteas de verdad si la conoces a fondo, si es adecuada para lo que te propones, o cómo puedes adaptarla. Pues, como ya digo, la cosa es sencilla, pero no simple. Quiero contar aquí algunas cosas de la técnica a partir de cómo nos fue, e intentar plantear el debate con otras personas que la hayan padecido, la hayan puesto en marcha en otros lugares, o se quieran atrever.

Como nos contaron de “El Palomo”, en el desarrollo de la técnica se iba colgando “ropa nueva” con cada propuesta, o asociando ideas (acercando las prendas tendidas, colgando unas prendas de otras…). También se daba la posibilidad de que cada persona pudiera ir añadiendo palillos a las ideas que compartían.

El primer aprendizaje es que el tendedero no es una técnica de recuento de opiniones individuales (como una votación). El tendedero favorece la expresión de opiniones individuales, pero de cara a fomentar la discusión y construcción de opiniones colectivas.

Uno de los resultados de la técnica es una serie de datos de propuestas y número de apoyos individuales a cada propuesta. Es algo aparentemente fácil de interpretar y, por eso, invita a la confusión. Y es que un análisis cuantitativo a posteriori de apoyos individuales a determinadas propuestas no es definitivo, ni siquiera completamente válido. Pensemos que el hecho de poner un palillo es un acto multidimensional, que no significa lo mismo para todas las personas: hay personas exhaustivas (que ponen palillos en cada propuesta que comparten), las hay tímidas (que les cuesta ocupar su espacio y ponen su palillo condicionadas), las hay prácticas (que se pronuncian únicamente sobre lo que creen más importante)…

A la vez, una o varias propuestas pueden (y deben) provocar reflexiones colectivas, que después no siempre generan como reacción una avalancha de apoyos individuales a la propuesta resultante. Los temas también “se agotan” una vez se saturan las opiniones, esto es, cuando ocurre una avalancha de opiniones en el mismo sentido (“para qué voy a insistir en mostrar que estoy de acuerdo si todos parecemos pensar lo mismo y ya ha quedado claro”). A veces es reiterativo.

De aquí extraemos un aprendizaje práctico respecto del lugar donde pensamos que se debe desarrollar el tendedero: debe ser un sitio y horario “de paso”. En nuestro caso comenzamos en la calle pero en el marco de una reunión (por convocatoria). La siguiente vez no hubo convocatoria, pero se desarrolló en un tramo final de una calle de viviendas, sólo al paso de las idas y llegadas de los vecinos que residían allí. Al final concluimos sin convocatoria y en el camino de buena parte del barrio hacia el supermercado. Sin renegar de la utilidad de comenzar la técnica con el debate en una reunión (que no se centraba en el tema del tendedero y sirvió de demostración para gente que luego se incorporó a hacer el tendedero en otros lugares), qué duda cabe de que esta última localización es la que más nos satisfizo: menos sensación de encerrona entre la gente “asaltada”, opiniones menos viciadas (diversidad de participantes), la urgencia movía a focalizar la atención sobre lo que se consideraba más importante….

Otra razón para no basarse únicamente en cuantificar opiniones y apoyos nos sobrevino cuando nos sentimos incapaces de evaluar el impacto de una nueva idea realizada al final del taller, cuando poca gente pudo debatirla. El tendedero, como toda técnica grupal, se desarrolla en un tiempo limitado y hay cosas que se escapan. Sin embargo, lo que se nos evidenciaba era que los números nos hacen sentir que controlamos toda la información, que tenemos la información completa, cuando no es así. No somos capaces de hacer una técnica capaz de producir toda la información relevante para lo que estamos tratando. No sin excluir a mucha gente. No sin pretender hacer el futuro a la medida de nuestro presente. Claro está. El tendedero no puede excluir nuevos decires.

En definitiva, creo que lo correcto es que las propuestas tienen que ser analizadas a posteriori relativizando el número concreto de apoyos, y en el contexto de cómo han ido las discusiones.

Algo que nos sirvió fue hacer memoria del orden aproximado de aparición de las propuestas en los distintos lugares, así como del desarrollo de los debates. En este sentido fue muy útil agrupar las propuestas por temas. Esto siempre tiene el riesgo de que estás reinterpretando lo que la gente ha dicho. Pero hay que tener claro que lo que pretendemos es complementar diferentes tratamientos de la información, no hacer tratamientos excluyentes de la información. Todo puede aportar un aspecto interesante para el análisis. Una vez identificados ciertos temas, también nos sirvió analizar el grado de atención que despertaron los temas identificados. La agrupación por temas también nos sirvió para ponderar el grado de apoyo a una propuesta concreta, puesto que pocos apoyos unánimes a una propuesta poco debatida puede ser significativamente más relévate que muchos apoyos a una propuesta muy discutida (comparación de cocientes del total apoyos que recibía una propuesta concreta entre el total de opiniones diferentes suscitadas respecto a un tema).

Como conclusión, lo comentado refuerza dos características que suelen compartir todas las técnicas utilizadas en procesos participativos:
  • Primero, que las técnicas hay que prepararlas, organizarlas y trabajarlas en grupo. Sólo así se puede trabajar con la gente (no es colgar el tendedero y luego recoger la ropa), pero además estar atentos a los comentarios, debates y diferentes situaciones que se suscitan, matices que no siempre terminan quedando plasmados en las propuestas.
  • Segundo, que la información no es autoevidente, es decir, que los resultados de la técnica tienen que ser debatidos, sistematizados y devueltos a la gente. En primer lugar, porque es la gente la que puede validar cualquier sistematización, y en segundo lugar…., para que sus verdaderos dueños puedan traducirlos en nuevas prácticas.