miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hola Madrid



Madrid está en el foco de atención por sus políticas de participaciónciudadana. Hoy se da un pasito más con su proyecto de gobierno abierto, instrumentado a través de la web decide.madrid.es y mecanismos de consultas populares. Lo que ocurra en Madrid, para bien y para mal, acabará influyendo en el resto de municipios del país, incluidos todos los que desde finales de los noventa vienen experimentando con formas nuevas de participación ciudadana como un derecho político, de todos, a tomar parte en las decisiones sobre lo público de forma vinculante.
Las dudas, las de siempre. En Madrid saben que no está tan claro que puedan hacer consultas al conjunto de la ciudadanía en algunos tipos de materias y que no sean consideradas referéndum. La jurisprudencia tiene en un limbo legal las consultas populares locales contempladas en la Ley de Bases de Régimen Local, pero a día de hoy este tipo de consultas son referéndum a todas luces, y entre sus muchas limitaciones, también tienen restringidos los temas que pueden ser objeto de consulta, que no pueden exceder las competencias municipales ni tratar aspectos relativos a la Hacienda local. Referéndum todos con todos su perejiles y trabas administrativas. También la referencia a consultas vinculantes sigue queriendo decir que la vinculación será política, no jurídica, por más que se abran los titulares en otro sentido. Vinculación política oiga, ni más… ni menos.
Por eso es importante transitar este camino. Sin seguridades pero con la intención y la convicción de que se debe y se puede, como lo venimos haciendo en tantos lugares, desde que empezamos a aprender en Las Cabezas de San Juan en el 99 con Javi, Montse, Manoli, Rafa, tantos... y tantos después que ellos. Madrid se suma, amplifica y, muy probablemente, nos meterá a todos en una nueva fase donde los procesos de participación municipal tendrán que vérselas muy en serio con la realidad legal de la participación en este país (y ojalá, suscite muchas modificaciones legales que en la actualidad asfixian las ganas de participación que hoy se sienten como un clamor social).
Por mi parte, sólo poner el interrogante sobre este nuevo frikismo de la participación por internet. La participación, o es de todos, o no sirve. Y para eso deben caber muchas formas de participación, porque los canales no son neutros. Hoy la tecnología permite hacer muchas cosas, pero permitidme que me queje: el mundo no está en internet, ni cabe, afortunadamente. Hay mucho mundo fuera (la manida brecha digital) y que quiere estar fuera (la menos manida brecha analógica). A ver si avanzamos con menos fascinación mesiánica por la tecnología, y atendemos un poquito más a las relaciones de poder presentes en nuestras propuestas para la participación, tan tecnocráticas a veces. Plataformas virtuales para la participación ya hay muchas. Y muchas en completo desuso, abandonadas.
Así que nada, avancemos. Pero no traslademos el mensaje de que la participación es fácil y barata. Ni de que la igualdad social se consigue a través de la igualdad de oportunidades, de igualdad de acceso. La participación es más compleja. Hala, a seguir.

lunes, 20 de abril de 2015

Más recursos para el trabajo en grupos

Hay series animadas geniales. Y hoy no me resisto a compartir estos dos capítulos de Peppa Pig, cortesía de mi hija María de 3 años, con muchísimo jugo para el trabajo grupal de profundización y reelaboración de conceptos participativos. Allá van:




El primero, "Con el abuelo en los columpios" (Temporada 3, capítulo 22), viene genial para trabajar el papel de las normas en los procesos participativos, y en particular, el eventual establecimiento de criterios de justicia social en procesos de presupuestos participativos. Ojo a los conceptos de justicia e igualdad que se manejan, los diferentes roles que se ejercen y, sobre todo, a las formas de relación desde los que se ejercen. Las situaciones son muy divertidas, y es 100% aprovechable.







En el segundo, "La feria de los niños" (Temporada 4, capítulo 30), salen a relucir conceptos económicos básicos que son clave a la hora de repensar una economía a escala humana (como las necesidades, los satisfactores, el valor, el precio, el trabajo) así como para trabajar fundamentos de planificación económica (la elección de objetivos, la distribución de los esfuerzos...). Muy útil para evidenciar el juego de los distintos sentidos de la actividad económica.

Una delicia para sacarle punta a estos temillas de una forma amena, divertida y con fundamento.


lunes, 2 de marzo de 2015

Democracia Digital y participación ciudadana


La Democracia Digital relaciona el uso de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) con un avance democrático. La premisa es que las TICs ofrecen hoy día nuevas posibilidades técnicas para que exista una relación más fluida entre las Administraciones Públicas y la ciudadanía en su conjunto, con más y mejor información, de modo que esta nueva relación se traduce directamente en una mejora de la gestión pública, que se vuelve más eficaz, más eficiente y más justa.
Sin embrago, estas aspiraciones no son ajenas al contexto institucional en el que surgen, a la cultura institucional en la que se desenvuelve nuestra democracia representativa y a los vicios de la gestión pública. En el origen de las diferentes propuestas hacia una nueva Democracia Digital se habla mucho del hartazgo generalizado por la distancia entre la ciudadanía y las Administraciones, que las nuevas tecnologías vendrían de alguna forma a paliar. Pero no se nos esconde que los debates sobre la incorporación del elemento tecnológico a la gestión pública pueden adolecer de los mismos vicios que han ensanchado esa distancia. 
No podemos soslayar que hablamos de democracia en un momento de concentración acelerada del poder político hacia el poder ejecutivo, que conlleva el vaciamiento de la democracia de su elemento deliberativo. La democracia representativa está degenerando paulatinamente hacia una democracia transaccional, yo diría hasta “comercial”, que reproduce las mismas lógicas de la gran empresa capitalista. La deliberación pública como tal ha dejado de existir para trasladarse al ámbito de los generadores -privados- de opinión pública: las direcciones de los participados políticos, los lobbies de presión corporativos de todo tipo, y los medios de comunicación, fuertemente condicionados por los anteriores. Estos agentes, convertidos en grandes conglomerados “comerciales” (las comillas, obviamente sobran en algunos casos), pugnan por el acceso al poder, que una vez alcanzado, ejercen como la empresa que produce una mercancía para el mercado de masas. Hablamos de democracia en la era de la tecnocracia y el gerencialismo en la gestión pública, cuando las Administraciones son percibidas como meras prestadoras de servicios ideológicamente neutros y exclusivamente evaluables en términos de calidad. 
Es en este contexto donde el desarrollo de las TICs ha sacado lustre al mito de la “asamblea total” posible en el espacio virtual, dando lugar a diferentes conceptos y propuestas que es interesante saber definir y diferenciar:
  • Open Data o Datos Abiertos
  • Open Government o Gobierno Abierto
  • Democracia Directa o Democracia 4.0
Open Data o Datos Abiertos
El Open Data o Datos Abiertos es el movimiento que tiene como objetivo facilitar el acceso universal a la información de carácter público, entendida ésta en sentido amplio, como todo tipo de información generada y en manos de las Administraciones Públicas.
El derecho de acceso a la información pública se sustenta como reivindicación en el derecho a la libertad de expresión: el punto de partida es que no existe libertad de expresión si se carece de la información relevante de aquello sobre lo que una persona quiere opinar, influir o decidir.
De esta forma, el Open Data promueve la transparencia de la gestión pública, como una condición para el pleno desarrollo de los derechos subjetivos de la persona, al abordar el acceso a la información pública como un derecho derivado de un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El open data es un movimiento social cada vez más fuerte, con un discurso muy elaborado (también a nivel académico) y con actores organizados a nivel internacional, que tratan de presionar a los gobiernos y organismos internacionales para que adopten estándares de transparencia exigentes en el ejercicio de sus actividades (Access Info Europe, Transparency International, etc.).
Pero aunque los Datos Abiertos parten de un interés ciudadano legítimo, es un ámbito en el que también existen intereses comerciales de empresas que perciben el tratamiento de la información pública como una oportunidad de negocio, consistente en la prestación de servicios privados a partir de dicha información (por ejemplo, la información meteorológica). No hay que ser demasiado perspicaz para saber que las grandes empresas tienen depositadas muchas expectativas en este campo, y que parten con ventaja en el aprovechamiento comercial de la información pública.

Open Government o Gobierno Abierto
El Open Government o Gobierno Abierto persigue una nueva forma de gobierno donde exista una comunicación más fluida entre las Administraciones y los Administrados, que permita adecuar mejor la gestión pública a las necesidades de la ciudadanía.
Está relacionado con el concepto de Buen Gobierno o Gobernanza, y a diferencia de los Datos Abiertos, no es tanto un movimiento social como una tendencia en el ejercicio de la gestión pública, donde el liderazgo es más gubernamental que ciudadano.
El Gobierno Abierto es un concepto más amplio que el de Datos Abiertos:
  1. Por una parte, el Gobierno Abierto coincide con los Datos Abiertos, en la búsqueda de mayor transparencia en la gestión pública (por tanto, el Gobierno Abierto incluye los Datos Abiertos).
  2. Pero por otra parte, el Gobierno Abierto incorpora además la demanda de mayor participación ciudadana en la aplicación de las políticas públicas, lo que se traduce en incluir medidas encaminadas principalmente a la rendición de cuentas y a la puesta en marcha de mecanismos de participación ciudadana.
En cualquier caso, hay que llamar la atención sobre cómo la propuesta del Gobierno Abierto viene normalmente asociada a la mejora de los intercambios de información entre la Administración y los administrados, así como a la mejora de los servicios públicos, especialmente para que la ciudadanía reciba una atención más personalizada, donde el uso de Internet es primordial.
El modelo de participación ciudadana que proyecta el Gobierno Abierto se refiere a procesos telemáticos (a distancia) de intercambios de información entre la Administración y los usuarios/as individuales. De ahí que el Gobierno Abierto esté también muy asociado al concepto de e-Gobernanza.
Además, al hablar de participación ciudadana, el Gobierno Abierto mantiene la ambigüedad en cuanto a la naturaleza de la participación que quiere promover, y en la mayoría de los casos afecta a la apertura de procesos meramente consultivos donde las Administraciones gozan de grandes dosis de discrecionalidad.
Pero en cualquier caso, se trata de una participación ciudadana “transaccional” y “codificada” a la medida del instrumento (Internet), que desestima otros elementos que son esenciales para una participación ciudadana entendida como derecho político.

Gobierno Abierto
Participación Ciudadana
Mantiene asimetría Estado – Ciudadanía. Participación otorgada
Aspira a la horizontalidad. La participación como derecho político
Prevalecen los saberes políticos y técnicos sobre los vivenciales. Estratificación de acuerdo a funciones y roles de la organización de la Administración Pública
Validez de los saberes políticos, técnicos y vivenciales. Movilidad de funciones y roles sociales (construcción colectiva)
Legitimidad representativa: pone en marcha procedimientos (sustentados por el Estado)
Legitimidad participativa: genera procesos (autosustentados)
Responde a la norma
Responde al sentido
Prevalece la garantía de derechos (formales, individuales)
Prevalece la satisfacción de necesidades (reales y sentidas, individuales y colectivas).
Oferta “productos” institucionales (cuantificables). Marketing institucional.
Persigue realizaciones materiales e inmateriales (autoevaluables por la ciudadanía)
Admón. Pública-proveedora, Ciudadanía-usuaria
Corresponsabilidad, Interdependencia
Codificación simplificada: la realidad en términos de “problemas” (consultas, demandas, reclamaciones, etc.)
Complejidad: pluriformidad de la comunicación
Número limitado de cauces. Reglamentación
Número abierto de cauces. Autorreglamentación
Aportaciones sumativas (“inteligencia colectiva” a posteriori)
Deliberación
Intercambio de mensajes (transsacciones)
Incorpora la colaboración en la gestión: co-gestión, autogestión
Prevalece el uso de Internet
Uso accesorio de Internet (una vía, no la única). Valor del cara-a-cara (culturas populares)
Invierte en los canales (plataformas virtuales, aplicaciones)
Invierte en dinamización
Ambigüedad respecto al nivel de vinculación
Participación vinculante
Beneficio individual
Lo colectivo como valor (convivencialidad)


Democracia Directa o Democracia 4.0
La aspiración por la democracia directa no es ni mucho menos nueva. Y como venimos diciendo, el desarrollo de las TICs ha sacado lustre al mito de la “asamblea total” en el espacio virtual. Hasta el punto de dar pie a la propuesta Democracia 4.0, que reclama para cada persona su parte alícuota de soberanía, y el derecho a ejercerla en las votaciones de las diferentes cámaras representativas a través de mecanismos de votación electrónica. 
Se trata por tanto de una reivindicación pretendidamente crítica con la democracia representativa y el comportamiento de sus instituciones, que surge de determinados movimientos sociales.
Sin embargo, no hay que soslayar la influencia liberal y tecnófila de esta propuesta, que le permite ser fácilmente asimilada por los discursos del Gobierno Abierto, con los que comparte casi todos sus inconvenientes y a los que añade ventajas poco significativas: salvo la inequívoca finalidad de participar para decidir, la propuesta de la democracia 4.0. sólo ofrece la posibilidad de votar cuando se nos solicite, con una capacidad de incidencia en las decisiones ciertamente limitada [por no hablar de su remota viabilidad jurídica, dado que el Tribunal Constitucional persigue con celo cualquier intento de incluir mecanismos de democracia directa bajo la forma de procesos de participación ciudadana, para preservar el carácter excepcional de la democracia directa dentro de un régimen de democracia representativa como el que alegadamente instaura la Constitución de 1978 - revisar especialmente la STC 119/1995, de 17 de julio]. 
De hecho llama especialmente la atención su escasa capacidad crítica con el tratamiento burocratizado de las decisiones políticas, que la propuesta no aborda. De aquí que podamos afirmar que la democracia 4.0 constituye una fórmula alternativa para establecer el sentido de las decisiones políticas, que se expropian de las manos de los políticos, en su supuesta misión de meros intérpretes e intermediarios de la voluntad popular. No obstante, la democracia 4.0. es esencialmente una propuesta tecnócrata respecto a la organización del cuerpo social y el tratamiento de las decisiones políticas, que siguen en manos de profesionales y expertos. El sustrato de la propuesta continúa siendo la creencia en “el gobierno de los mejores”, y se desliza suavemente hacia el implacable escenario del final de las ideologías. Por este motivo la valoración de esta propuesta es que no supone ningún avance democrático sustancial en los derechos políticos de la ciudadanía.

UNA DEMOCRACIA DIGITAL AL SERVICIO DE LAS DEMOCRACIAS PARTICIPATIVAS

¿Es posible una Democracia Digital al servicio de las democracias participativas?
No podemos ser ajenos a los sesgos de las propuestas planteadas, que suelen centrarse en favorecer un intercambio más fluido de información entre la Administración y la ciudadanía, sin atender a otros factores fundamentales de la participación, como el valor de lo colectivo, el derecho a decidir, la participación en la gestión, por no hablar de cuestiones del acceso (la famosa brecha digital).
La premisa con la que parten estos planteamientos, de que la información es la primera condición para la participación, es bastante matizable. Las posibilidades de participación no dependen tanto de que la ciudadanía cuente con más información, ni de que Administración y ciudadanía dispongan de determinadas herramientas para el intercambio fluido de información. La verdadera diferencia la va a marcar el hecho de que la Administración en cuestión asuma que poner en práctica la participación ciudadana implicará realizar cambios internos en sus formas de funcionamiento. Y esos cambios deben producirse en aspectos sensibles y demandados por la ciudadanía. En participación la credibilidad lo es todo, y la credibilidad viene de la mano de los resultados. La participación tiene que ser palpable y útil para la ciudadanía.
Además de estar dispuestas a generar cambios organizativos y que afecten a cuestiones centrales de la gestión pública, las Administraciones deben ser conscientes de que las herramientas para la participación ciudadana a través internet cuentan con un hándicap difícil de neutralizar. Son herramientas donde las personas participantes, en su mayoría, carecen de las capacidades para alterar la propia herramienta. Existe siempre, por tanto, un elemento de convocatoria, por el cual los administradores de la herramienta convocan a otras personas en calidad de usuarias de la misma, generando desde el comienzo unas relaciones de poder a partir del dominio de la herramienta, difíciles de corregir a través del solo ejercicio continuado de la participación en la misma. Esto hace de la participación a través de medios electrónicos una participación “a la medida” de la herramienta, es decir, que configura al cuerpo social según el diseño predeterminado de la aplicación. Por eso la participación electrónica es siempre insuficiente, siempre está necesitada de formas más inmediatas y apropiables de participación que la complementen. 
Por último, abundaríamos en lo que todos sabemos: que existen líneas rojas que el necesario control público de las Administraciones no puede pasar por alto. Una es la inoperatividad de la gestión: no podemos plantear instrumentos que acaben paralizando la gestión. Su aplicabilidad debería responder a una decisión política en cuanto a la disposición y capacidad de los organismos para incorporar la participación ciudadana en su actividad dentro de unos plazos estipulados y razonables para todas las partes. Y habría otra línea roja más sutil que queremos resaltar, que es la propagación de una cultura de la desconfianza. La desconfianza se genera principalmente cuando se concibe la acción política como un ejercicio puramente declarativo (ideas, planteamientos, decisiones, que las Administraciones deben “ejecutar”), despreciando el terreno de lo concreto, el ámbito de la gestión, como espacio capaz de suscitar la colaboración mutua entre ciudadanía y Administraciones desde nuevas formas de organización. De esta forma habría que huir de la participación que se fomenta exclusivamente para la realización de diagnósticos, la generación de propuestas, la identificación de objetivos y el control de resultados, pero que no avanza en formas de gestión participativa de los recursos, los servicios y la actuación pública. La participación que no aterriza en lo concreto alienta la sospecha y destruye más de lo que es capaz de construir.

Algunas propuestas
Una vez realizadas estas consideraciones, es oportuno señalar que las Administraciones tienen un amplio camino por recorrer para mejorar su gestión integrando mecanismos electrónicos que faciliten la participación ciudadana. A continuación realizamos algunas sugerencias.
En primer lugar, habría que considerar los instrumentos orientados a la mejora de la trasparencia de la información pública, que en principio no deben acarrear demasiados costes adicionales ni problemas para su puesta en marcha por parte de las Administraciones. En general, al centrarse en la información, los diferentes mecanismos que favorecen la transparencia son propuestas limitadas como herramientas expresamente de participación, pero algunas pueden ser un avance interesante, al permitir a la ciudadanía un cierto control de las políticas públicas y ofrecer cierto margen de libertad para introducir determinados temas en la agenda política. En este espectro de instrumentos estarían las aplicaciones de seguimiento de la actividad pública y rendición de cuentas (de la actividad legislativa o del desarrollo de actuaciones, procesos de planificación; también las Agendas Públicas y las herramientas de visualización de los presupuestos y sus niveles de ejecución), así como las aplicaciones para demandar públicamente información y los foros virtuales para la respuesta pública a preguntas de la ciudadanía.
La relación con la ciudadanía en calidad de personas interesadas en los procedimientos administrativos (la concesión de permisos y licencias, el pago de tasas e impuestos o la tramitación de ayudas y subvenciones, por ejemplo) suele despreciarse a la hora de valorar posibles avances en democracia digital. Sin embargo la generalización de la Administración electrónica está convirtiendo cada vez más a la población en usuaria digital. Internet se está convirtiendo en el principal medio de comunicación entre Administraciones y ciudadanía (y para algunos trámites, en el único). Una política transversal de transparencia y participación sería insuficiente sin la revisión de los criterios operativos de la gestión telemática que, como poco, fuese más “amigable”, pero aspirando a que los usuarios de un servicio público pudieran constituirse progresivamente en una comunidad que conoce y evalúa colectivamente ese mismo servicio. En este sentido, cobran mayor significado las medidas de “socialización” de los registros de personas y/o entidades usuarias o beneficiarias de la actuación pública. La constitución de redes sociales de personas y/o entidades interesadas en distintos aspectos de la actuación pública a partir de las numerosas bases de datos e incluso registros creados al efecto, tiene su interés como espacio de deliberación pública para favorecer la evaluación participativa de las políticas públicas, brindando canales para la generación de puntos de vistas alternativos sobre la actuación de las administraciones y herramientas que favorezcan la auto-organización.
Todos ellos parecen instrumentos viables, si bien habría que destacar que deben tratarse de instrumentos complementarios donde no puedan adoptarse de forma autónoma decisiones públicas, al estar incluidos en procesos integrales donde operen otros instrumentos de participación no virtuales que favorezcan la inclusión de otras personas y formas de participación en los mismos.
Un capítulo aparte merecen las aplicaciones web que funcionan como distintas variaciones de un "foro público", destinadas a la generación y deliberación de propuestas de y con la ciudadanía. Internet ofrece hoy día grandes posibilidades de acceso a la información, de puesta en relación de puntos de vista distantes, en el más amplio sentido de la palabra; de contraste de argumentos, y de generación de apoyos y consensos, todas ellas ciertamente aprovechables para la cooperación en la elaboración de discursos. Wikipedia representa el paradigma, sobre el que se ensayan otras propuestas interesantes, entre las que podría destacar la sugerente “wiki-legislación”. Bajo distintas formas, más o menos ambiciosas, se constituyen foros que permiten esa suerte de deliberación pública a la que no pocas voces aplican el calificativo de “inteligencia colectiva” no sin cierto triunfalismo (en la mayoría de los casos, la pretendida “colaboración” no suele pasar de la mera “adición” de aportaciones. Y si se consiguen algún grado de elaboración colectiva, el hecho de desarrollarse en el espacio virtual no las vacuna de las omnipresentes relaciones de poder). Más allá de las ventajas de estas herramientas colaborativas, habría que llamar la atención sobre los puntos que viene a limitar significativamente su alcance. 
Así, este tipo de aplicaciones son de dudosa utilidad si no se enmarcan dentro de procesos más amplios donde por parte de los poderes públicos exista un compromiso previo de vinculación (esto es, que los procesos sean decisorios y las decisiones se lleven a efecto). En la actualidad se da una competencia de múltiples iniciativas privadas, con y sin ánimo de lucro, por ocupar un espacio de preponderancia social para albergar este tipo de debates que, en definitiva, deberían ser públicos. Por tanto, deberían ser las Administraciones las que albergaran y garantizaran el funcionamiento de estos espacios. Sin embargo, no están a ello las Administraciones, que cuando los crean, y es el segundo escenario, suelen tratarse de espacios virtuales de cara a la galería, para dar muestra de un poder clientelar omnímodo, frente al mero desahogo de la población “implicada” y familiarizada a las formas y códigos planteados desde la institución (la eterna lucha entre personas y colectivos afines y/o contrarios a la acción de gobierno, que no escapa del radio del movimiento asociativo). Los debates que se albergan en ellos, en este caso, son socialmente insignificantes por su escaso pluralismo, no tienen ninguna incidencia en la toma de decisiones y, por descontado, no contribuyen al desarrollo de los derechos políticos de la ciudadanía. La banalidad de estos foros virtuales radica así, por una parte, en su falta de oficialidad (difícilmente pueden calificarse de públicos), y por otro lado, en su carácter excepcional y anecdótico dentro de los mecanismos políticos para la formación de la toma de decisiones, que siguen ajenos a la mayor parte de la ciudadanía. 
Para evitar estos males endémicos en los foros virtuales, por el que han sucumbido no pocas iniciativas y en las que se han malgastado no poco recursos públicos, de nuevo hay que insistir en que este tipo de herramientas deben estar integradas dentro de una propuesta de participación más inclusiva, y donde posibles aplicaciones deben ser un complemento a procesos más amplios e integrales, con momentos de participación presencial. Los espacios y foros virtuales tienen sentido como apoyo para procesos participativos, y no pretender significar por sí mismos una forma de participar.